martes, 14 de mayo de 2013

El guitarrista bajo mi ventana

El guitarrista apenas sabe tocar. Y aun así  se podría decir que es la actividad que mejor le define, o tal vez sea la única.

El guitarrista llega puntualmente a las ocho menos cinco de la mañana, dándose esos cinco minutos de margen propios del más aplicado y leal de los oficinistas; como si fuera a surgir algún imprevisto que pudiera hacerle llegar tarde a su puesto.

Hasta bien entrada la noche, la guitarra se sienta a su lado como el perro que nunca tuvo, quizás mirándole y preguntándose por qué nadie sabe tocarla. Sin embargo, no hace preguntas. Hacen juntos su guardia hasta que las calles se van apagando y las ventanas de los pisos se van encendiendo.

Es entonces cuando se van juntos al cajero. Acomoda a la guitarra, se acomoda después el.

Y así día tras día, noche tras noche.

Los vecinos descorren sus cortinas por la noche, tan solo un instante. Ya se ha acostado. Misma operación nada más despertar. Ya está el trovador de guitarra muda bajo los balcones, comprobación de que la vida sigue su curso.Otra noche en el cajero, llegan incluso a pensar. 

Pero nadie va a hacer nada ni nada va a cambiar. Incluso la guitarra lo sabe. Por suerte no tiene voz, así que no le dirá nada.





Dedicado al guitarrista que vive, hace años, bajo mi ventana.